Carlos Decker-Molina: No hay peor analfabeto que el que no quiere leer

Por Claudia Gonzales Yaksic

En mayo de este año salió publicada en Bolivia, bajo el sello del Grupo Editorial Kipus, la nueva novela del periodista y escritor Carlos Decker-Molina, donde, en las casi 400 páginas que la conforman, se ocupa de desentrañar dos temas que para él son su pan de cada día: la lectura y la escritura. “En Carlos el Lector decidí contar mis memorias de lector en tercera persona para salir del marco ajustado de la primera persona, muy común cuando se escriben memorias, además la tercera persona me permitía la incorporación de ficción”, aclaró Decker-Molina en febrero, durante la presentación que hizo en el Instituto Cervantes de Estocolmo (Suecia) de este su nuevo trabajo que primero, en Europa, fue publicado por la editorial española Adarve Ficción.

Con la lectura como columna vertebral, Carlos Decker narra algunos pasajes de su infancia en Parotani (Cochabamba), en la casa de sus abuelos maternos, donde se ocupaba de leer en voz alta periódicos, revistas, cartas y otros textos a los analfabetos empleados de la entonces empresa ferroviaria Bolivian Railway Co. Habla de su juventud en Oruro, donde dejó sus estudios de ingeniería para dedicarse durante doce años a la radio; de los libros que se salvaron de la hoguera durante las dictaduras militares y de todos aquellos otros libros que leyó después (en español y sueco) y que, de una u otra manera, han marcado su existencia. También cuenta de su vida en Suecia, donde radica desde 1976 y donde ha trabajado durante años en la Radio Sweden International y donde también ha sido corresponsal de periódicos y revistas.

Carlos Decker es autor de los libros: «Nicaragua Poder Popular», «La historia se escribe ayer»; «El exilio nuestro de cada día» (2003), «Sobrevivientes, réquiem para el siglo XX» (2007), «Tomasa» (2014), ésta última obra finalista de la primera versión del Premio Internacional de Novela Kipus. Luego vino la novela «Soledad» (2015) y ahora «Carlos el Lector» (2018). La siguiente una entrevista virtual lograda con Decker-Molina. 

¿Cuándo y cómo se le ocurrió escribir este libro?

Cuando advertí que la gente leía menos o leía con apuro por falta de tiempo. Cuando comenzó la fragmentación de la lectura. Y, la época del exilio en su primera etapa, la lectura acerca. El sólo hecho de hablar (en mal inglés o en peor sueco) sobre un autor por ambos conocidos aproxima.  Es un hecho vital para la integración en sociedades extrañas. Lo digo por experiencia propia.

¿Cuánto tiempo le tomó?

No sé, suelo comenzar y lo dejo meses, El Lector debe tener unos cinco o seis años de maduración, además pasó por manos de una literata argentina María Obligado, que tiene un taller de escritura. María es la brújula de mis libros desde “Tomasa” hasta uno que está en manos de la editorial Verbum, del que aún no quiero hablar para que no se queme en la puerta del horno.

Algunos libros como “Tomasa”, comencé a escribir cuando aún trabajaba de periodista, escribía apuntes en los hoteles o en los viajes. Esos apuntes se unieron y así nació “Tomasa”. Mis otros textos nacen de la misma manera. No puedo hacer esquemas, programas o bosquejos.

¿Cuánto de su día le dedica a la lectura?

De 09:00 a 12:00, escribo, de 15:00 a 18:00 leo y vuelvo a la lectura a las 21:00. Trabajé una temporada larga en Voice Profesional, una empresa que produce audiolibros en varios idiomas, entonces leía por encargo. Mi récord de lectura son 30 libros al año, leo en alternativamente en español y sueco.

¿Cuáles son los temas que le motivan a comprar libros… y leer y conocer?

Leo dos tipos de libros. Novelas y ensayos. Las primeras las puedo leer en digital, los segundos deben ser en papel, porque rayo, subrayo y escribo notas. Entre las novelas busco las escritas por gente como yo, es decir “afuerinos” afincados o segunda generación, los que nacieron en países a los que los padres emigraron. Por ejemplo, la franco-marroquí Leila Slimani y su último éxito “Canción dulce”, premio Goncourt   o el sueco Jonas Hassem Khemiri y sus noveles y dramas teatrales. O Teju Cole, afroamericano y su exitosa novela “Oppen Stad” (Ciudad abierta).

¿Le sigue preocupando el futuro del libro en papel o ya está convencido de que aún le queda mucho tiempo a este sistema de reproducción?

Sí, de alguna manera. Mis nietos leen, estudian, se informan por medio de sus teléfonos y tabletas. Felizmente en la escuela sueca les enseñan la lectura crítica, comparativa y analítica. Últimamente les enseñan la desconfianza de las fuentes y les enseñan a buscar fuentes. A mi gusta el olor al papel y a la vieja imprenta, pero estoy seguro de que el libro de papel no va a desaparecer, es como si desapareciera la cuchara con comemos.

Ya ha pasado otro 21 de agosto, día del golpe militar de Hugo  Banzer que lo alejó de Bolivia. ¿Qué piensa de esto?

Es una pregunta para iniciar una conferencia. La historia demostró que los golpes militares no resuelven nada. Si la democracia es lo que le sucedió, querrá decir que se venció sobre lo que los golpes querían: La unanimidad en torno a la nación. La democracia no es unanimidad es su contrario es pluralidad, y la pluralidad democrática debe respetar la diversidad. La democracia no elimina los conflictos, se alimenta de ellos, es decir la democracia es saber manejar esos conflictos en medio de la pluralidad. Lo otro es estalinista, es decir que las minorías deben acatar lo que resuelven las mayorías. Mientras Bolivia no elimine ese estalinismo inconsciente o consiente, que se da incluso en los hogares donde el padre o tal vez la madre hacen la función estalinista, si ese fenómeno se reproduce en el estado, la democracia se transforma en democradura y creo que mi viejo país no se merece ese sistema.

¿Por qué nunca quiso regresar a Bolivia?

No es que no quise retornar a Bolivia, se dieron circunstancias especiales en mi carrera de periodista que no permitieron elegir. Me considero un boliviano un poco raro porque no miro atrás con la frecuencia de otros compatriotas, mi mirada está puesta en el futuro.

¿Cómo es la vida de un migrante?

Hay una diferencia, creo que está en Tomasa, ser migrante es diferente a ser exiliado. El primero migra por decisión propia empujado tal vez por razones económicas o sociales, de alguna manera puede elegir. El exiliado es obligado y a veces o casi siempre no puede optar por un determinado país. El que migra añora con volver, pero sabe que no lo va a hacer mientras no gané lo suficiente para construir su casa o para mantener a sus padres que esperan la mesada. Nacen los hijos y éstos no quieren retornar a la miseria o la inestabilidad. Es el comienzo de muchos dilemas. El exiliado en cambio no desempaca, se niega a aprender el idioma ajeno, la tragedia está servida. En ambos casos esas vidas vicarias son el comienzo de tragedias, pero también de comedias.

Su vida ha sido bastante intensa. Muchos viajes, muchas cosas que ver, muchas historias fascinantes. En su libro se puede ver cómo ya en los años 70 la migración de África hacia España era un problema. Ahora la migración llega de otros lugares, pero también es un problema. ¿Qué puede teorizar, según su experiencia, sobre este tema?

Si lees la biblia, encontrarás migrantes y exiliados. Considero que el hombre no tiene raíces porque no es árbol, tiene pies y con ellos se deambula. Las raíces, de las que se habla mucho en estos días, son sólo metáforas en el sumun del hombre, son olores, canciones, comidas, cielos, noches o amaneceres. Por eso me gusta el mundial de fútbol, pues es la única vez que me permito ser nacionalista en el sentido que le quieren dar a las llamadas raíces. Gracias Claudia por esta entrevista que la quiero terminar con mi divisa: No hay peor analfabeto que el que no quiere leer.


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