Él fue un soldado romano martirizado por salvaguardar su fe y reprochar a los que le perseguían. Hace algo más de 1.730 años, a éste pobre hombre intentaron matarle a flechazos, sin éxito, para después azotarle hasta la muerte. Todo un ejemplo de persistencia para defender los ideales. Desde mediados del siglo XVI y en medio de la plaza que aún lleva su nombre, los cochabambinos le veneraban con incontenibles cargas de alegría y frenesí popular.
Pero a principios del siglo pasado, algunos intereses egoístas e infelices cortaron en seco la festividad, supongo por los excesos que no coincidían con la “castidad” de la época. Y así, hace unos 100 años que San Sebastián no habla con su pueblo, divorciado del fervor popular, parado y atado a una columna de piedra. Tan sólo los reclusos de la cárcel que también lleva su nombre, le ofrecen unas luces de vida por cada vela que se enciende diariamente. Mañana, 20 de enero, se recordará el martirio de nuestro patrón casi en silencio.
No sé si se dieron cuenta pero los cochabambinos estamos muy presentes en festividades patronales de otras ciudades, ya sea en Oruro, en Arani o en Quillacollo; ignorando que tenemos un patrón a quien le debemos nuestro entusiasmo. Santa Ana en Cala Cala, San Joaquín en la zona Sud, la Virgen del Carmen en algunos barrios, la Virgen de la Merced en Pampa Grande, barrio mío; en fin, muchas fiestas zonales, pero ninguna festividad grande y única de nuestra ciudad.
Después de la traumática experiencia de octubre y noviembre de 2019 que desbarató la dictadura del cocalero, todos los cochabambinos hemos terminado unidos, pero sin aliento para seguir a nadie. Existe una desconfianza natural en contra de cualquier mortal que pretenda ser el pastor de este rebaño rebelde. Les propongo: ¿Qué tal si deliberadamente nos apropiamos de la imagen aventajada de San Sebastián para unirnos más e integrarnos mejor? Les recuerdo que él es nuestro pastor ideal.
Hay que hincar el diente más a fondo para confirmar que lo que ocurrió a principios del siglo XX fue un acto político mezquino para castigar a un pueblo alegre que se desenfrenaba en sus sentimientos más básicos. Fue la envidia o alguien que no entendió que la vida dulce es una mezcla explosiva de piedad y bondad, de lujuria y gula. Que nadie diga a los cochabambinos que recorrer entre un extremo carnal y otro espiritual les hace menos cultos o que les ha de convertir en personas menos civilizadas. Es ahora, en estos tiempos decadentes, cuando con más fuerza debemos defender y unir esos intangibles cochabambinos más preciados.
Que sea este 20 de enero, y todos los que vengan, el mejor motivo para disfrutar lo que el patrono ha decidido que es bueno para nosotros. Siempre pensando que San Sebastián debe encarnarse en cada uno de los cochabambinos, explotando por completo lo bueno y lo malo, lo fuerte y lo débil, lo masculino y lo femenino, todas las polaridades posibles dentro de una festividad popular, propia de la ciudad.
Si fue una decisión divorciar a la festividad de San Sebastián de su pueblo, entonces que sea nuestra obligación reponerla y reunirla con todas sus facetas. Música, bebida, comida, baile, toros, fe, luces, fuego, alegría, hombres y mujeres. Estoy seguro que no sólo nos encantaría, sino que nos superaría. Vamos a liberar a nuestro patrón, ese San Sebastián que llevamos dentro.
©Marcelo Gonzales Yaksic. Todos los derechos reservados por la Ley Nº 1322.