Por Claudia Gonzales Yaksic
“Mi viaje a Bolivia fue de último momento. Después de terminar con el proyecto ‘Temptations’ y de concluir un proyecto artístico de colaboración en Marsella, Francia; y en Mallorca, Granada y La Rioja, en España; me vino nostalgia de lo mío… Estando en Madrid compré mi pasaje a Bolivia pero en el intento me di un mini recorrido por Sur América”, cuenta el artista interdisciplinario Hector Canonge sobre su reciente paso por Bolivia, país de sus abuelos y donde, después de décadas de estadía en Estados Unidos, específicamente en Nueva York, retornó el año 2012 con el proyecto “Sui Generis”.
Si bien en este su reciente paso por el país no hizo ninguna presentación artística, Canonge pudo reunirse en Santa Cruz con artistas y gestores y planificar y concretar trabajos para el 2019. “No realicé nada en Santa Cruz, pero sí tuve reuniones con directores, curadores y gestores de los centros culturales más importantes de la ciudad. De hecho, he consolidado las fechas del Festival de Performance de Santa Cruz de la Sierra, LATITUDES, para enero del 2019 en el Centro de la Cultura Plurinacional, la realización de una posible exposición y proyecto de arte relacional en el Centro Patiño y posibles presentaciones en la Casa Melchor Pinto, así como talleres en los centros culturales de San Isidro y el Centro Feliciana Rodríguez. También me reuní con estudiantes de la Universidad René Moreno y con el network artístico-cultural cruceño”, cuenta Canonge en una entrevista virtual con Plaza Catorce.
“Después de un par de días de estar en Santa Cruz, que es ahora mi base de operaciones para Bolivia y Sur América, viajé a Cochabamba para estar con los míos y con lo mío: Estar en la casa grande de mis abuelos maternos, reunirme con familiares, comprar frutas y vegetales frescos en el mercado, ir a las iglesias, dar un paseo por la plaza, comprar flores, ir de visita al cementerio, visitar los centros culturales, recorrer las calles, etcétera, son para mi reconfortantes y necesarios. Además, está el factor humano: estar con familiares, primos, sobrinos, tíos, así como con amigos me devuelven el sentido de pertenecer y de ser… Me dan el arraigo que me hace quien soy”.
Canonge estudió Literatura Comparativa, Cinematografía, New Media Arts y tiene un postgrado en Integrated Media Arts por la City University of New York. Su obra integra el uso de nuevas tecnologías, arte mediático, narrativas cinematográficas, arte conceptual, relacional y del performance; obra que ha estado en varias ciudades de Estados Unidos, Europa, América Latina y Asia. En junio, después del incendio de su estudio MODULO 715 en Nueva York, donde perdió prácticamente todo, Canonge realizó una gira por ciudades del Norte de África y el Mediterráneo, donde presentó su proyecto “Temptations”.
En estos días Hector Canonge volvió a Nueva York para atender una cátedra sobre Tecnología Aplicada y Sistemas de Narración Multimedia, que él dictará en la Universidad de Nueva York, y luego iniciar la temporada del ciclo de Performance Art en el Queens Museum, entre otras actividades artísticas que debe desarrollar hasta fin de año. En la siguiente entrevista, el artista con raíces bolivianas y cochabambinas, cuenta detalles sobre el incendio de su estudio, su reciente trabajo “Tempations” y también habla de las migraciones y los proyectos que tiene para el 2019.
¿Cómo así se incendió su estudio en Nueva York?
HC.- Vivo en pleno centro de esta urbe metropolitana (Nueva York). El pasado mayo, habiendo finalizado la organización y presentación de ITINERANT, el Festival Internacional de Performance Art de Nueva York que dirijo, decidí pasar unos días fuera de la ciudad en la estancia de mis amigos galeristas. Los siete días del festival, la participación de más de treinta artistas provenientes de todas partes del mundo, las presentaciones en instituciones importantes de los cinco condados de esta ciudad y la atención que dicho proyecto demanda cada año de mi persona me dejaron agotado, así que decidí refugiarme en el campo por unos días.
Por la tarde del día viernes 26 de mayo pasaron mis colegas a buscarme para llevarme a Kingston, a tres horas de la ciudad de Nueva York. Los primeros dos días fueron de gloria y descanso. El estar en un ambiente sereno a comienzos del verano, es algo que siempre hago aprovechando que también por esas épocas tenemos el feriado nacional de Memorial Day.
El día domingo, a eso de las 11:30 de la noche, recibí una llamada donde me alertaban sobre el incendio en mi edificio. Creí que era una equivocación, un error, una mala broma… Pedí que me enviaran fotos para confirmar el hecho. De inmediato me empezaron a llegar fotos, videos y también enlaces de noticias. Pude ver en vivo, como se expandía el fuego de un extremo del edificio hasta el lado donde yo tenía mi estudio. No podía creer lo que estaba pasando y lo que estaba viendo. Las llamas se expandían rápidamente por el séptimo piso y el edificio, un gran complejo de viviendas construido en el estilo Corbusier de los 60’, se quemaba ante mis ojos…
Según los reportes realizados y la investigación por parte de la ciudad, fue un accidente debido a un corte circuito en uno de los departamentos del séptimo piso. Cuando el supervisor y cuidador del edificio se dieron cuenta y llamaron a los bomberos, ya el fuego había tomado su curso destructivo… Me puse muy mal y puesto que no estaba en condiciones de conducir y regresar a la ciudad a esas horas y más aún en un fin de semana de feriado nacional, mis amigos hicieron lo posible por calmarme. Con su ayuda se consiguió un servicio de taxi y es así como pude regresar a la ciudad. Llegué a las seis de la mañana cuando el fuego ya había sido controlado, pero no dejaban entrar a nadie al edificio. Tuve que esperar unas horas para poder entrar. Cuando así lo pude hacer, tuve que confrontar mis temores de haberlo perdido todo…
¿Qué ha perdido Hector Canonge en ese incendio?
HC.- He perdido bastantes cosas materiales. El fuego, el agua, las cenizas lo cubrían casi todo. Sin embargo, tuve suerte puesto que los archivos de la documentación de mi trabajo estaban en el pequeño cuarto de la entrada del estudio… Antes de partir al campo tuve la cautela de guardar mi ordenador, discos duros, y documentos en ese espacio. No sé, después de lo que viví en Berlín (Alemania) el año pasado, también por estas mismas fechas –se entraron y robaron mi apartamento en esa ciudad—hice caso a una corazonada y puse todo lo importante en ese gran ropero antes de mi viaje.
Mi estudio, MODULO 715, no solo fue mi vivienda y lugar de producción si no un lugar de residencia artística donde recibí y hospedé a muchos artistas de todas partes del mundo. En ese espacio también funcionaba la residencia artística CONVIVIR donde se crearon muchos proyectos de colaboración artística y vivencial. Su pérdida ha sido grande… Del MODULO 715 solo han quedado las buenas memorias y huellas de lo que representó no solo para mí sino para la comunidad artística de esta ciudad y el mundo.
¿Qué de simbólico ve, como artista, en ese incendio?
HC.- Creo que es una alerta o un llamado a un cambio. Haber quedado sin vivienda y sin un lugar de trabajo es una manifestación que la relaciono con un cambio cabalístico que debo realizar en mi vida. Un giro rotundo que debo dar a mi existencia. No sé cómo debo comenzar a hacerlo, pero creo que de hecho ya ha comenzado a darse por sí solo… el universo de los cambios está en curso.
Como mencioné, el año pasado también me paso un hecho singular. Fui víctima de un gran robo durante mi estadía en Berlín. Pasó exactamente alrededor de la misma fecha. Del espacio en Berlín, se llevaron todo lo que tenía –equipos, computadoras, registros, el libro que estaba trabajando, documentos, pertenencias muy personales como la cruz de me padre con la cual viajaba por el mundo, mis diarios, etcétera, etcétera, etcétera–. Me quedé en cero… con lo que tenía puesto y el celular.
Regresé a Nueva York muy destemplado y mal. Me repuse porque no tenía otra alternativa y además porque comenzaba un proyecto grande en varias ciudades de España. No tuve tiempo de lamentaciones ni remordimientos ya que tenía que estar bien para comenzar con el proyecto «Derivas y Jornadas.»
Esta vez, con el incendio, me he puesto a recapacitar un poco más… Pero también agradecer que salí ileso y que estoy vivo. Ambas experiencias trágicas en estos dos últimos años me han hecho ver que pese a que uno acumula cosas y efectos personales, el destino puede girarse y dejarte sin los mismos en un abrir y cerrar de ojos. Creo que he aprendido a no aferrarme mucho a las cosas… De hecho ese modo de pensar me viene siguiendo desde 2012 –año en el cual decidí dejar todo en Estados Unidos y embarcarme de regreso a Sud América—a re-conectarme conmigo mismo y con mi pasado…
De Bolivia ha vuelto a Estados Unidos a reconstruir su estudio. ¿Cómo se siente?
HC.- Sí, de hecho estoy de regreso en Nueva York. Me siento renovado y esperanzado. Mi visita a Bolivia fue necesaria. Si bien estuve recorriendo el mundo por tres meses y me llené de muchas experiencias, estar doce días en el país me han nutrido enormemente.
Estoy viendo ahora cómo ubicarme nuevamente y reconstruir mi espacio, MODULO 715. Quizás no tenga el mismo nombre y no sea en el mismo lugar pero tendrá la misma visión que de cierta manera rige mi trabajo y propuesta artística: la creación de una comunidad global de performance art y del arte contemporáneo en varias regiones del mundo.
¿Qué experiencias tiene del trabajo que acaba de realizar en el Norte de África y Europa?
HC.- La experiencia de haber podido trabajar y presentar por primera vez en el Norte de África fue única. La realización del proyecto «Temptations» (Tentaciones) en varias ciudades de esa región me fortalecieron y alentaron a seguir con mi trabajo artístico y creativo. En Marruecos trabajé con jóvenes de un centro cultural en Casablanca y en Marrakesh. Realicé talleres de performance y presentaciones que exploraron el legado colonial en ese país. De la misma manera planteé una reflexión sobre la relación entre grupos étnicos de varias regiones como los Bereberes y los nómadas del Sahara que llegan hasta Marruecos.
En Egipto trabajé con estudiantes de la American University of Cairo y luego con un grupo de artistas jóvenes del Centro Cultural de Arte y Literatura de la Biblioteca Nacional de la legendaria ciudad de Alejandría. Seguidamente me trasladé a Turquía como artista invitado para realizar presentaciones en Estambul y dar una charla sobre el Arte Contemporáneo en la capital, la ciudad de Ankara.
En Chipre participé como invitado especial en la residencia artística y festival de performance de Nicosia. Una ciudad literalmente dividida por una pared que divide el lado griego y el lado turco. Estuve con artistas colegas y profesionales impartiendo talleres y exploraciones de intervención pública durante toda una semana. La realización de «Temptations» se completó en Grecia. Primeramente en Atenas en una galería comercial Space 52 de la ciudad y luego en la isla de Antiparos donde, por primera vez, se presentó un proyecto de Performance Art durante el Festival Internacional de Fotografía Kastro-Antiparos 2018.
Una vez terminado con el proyecto «Temptations» me trasladé a Francia para comenzar otro proyecto. Un trabajo de colaboración creativa con una colega española. En Marsella nos presentamos en el prestigioso programa Red Plexus, en el complejo cultural La Friche de Belle de Mai. Luego presentamos performances en Valldemosa, Mallorca y en Granada. También realizamos el proyecto de instalación in-situ de Land Art «Reflejos» para el programa Arte en La Tierra en Santa Lucía de Ocón, en La Rioja, España.
Excepto por Logroño, en La Rioja, donde presenté una exposición anteriormente, nunca antes había estado en Granada y Mallorca. Ambos lugares son fascinantes. En Mallorca tuve la oportunidad de estar en Port Des Canonge (Puerto de los Canonge) –ja… una referencia a mis antepasados catalanes, sí— un puerto pequeño y maravilloso del cual me habían hablado mis familiares en Gerona, quienes bromeaban que quizás sea el heredero de un castellot (castillo) (ja, ja…) más que un castillo es un monasterio, el monasterio de los Canonge … ja, ja…
Los meses de trabajo en la región de un modo aliviaron el trágico suceso del incendio en Nueva York. Si bien pensé en ello un par de veces, me entregué de pleno en la experiencia de recorrer nuevos mundos y conocer nueva gente.
¿Cuál ha sido la respuesta del público a su trabajo en estos lugares que ha estado?
HC.- Pues la respuesta ha sido positiva y muy alentadora. Haber tenido la oportunidad de trabajar en países de culturas completamente diferentes a la cultura occidental fue una experiencia inigualable. He aprendido bastante en el proceso. He logrado establecer y forjar relaciones humanas con mucha gente de todas las edades. Haber compartido momentos y adentrarme en esas culturas fue maravilloso: comer el Couscous (una comida típica berebere) de un solo plato con mis jóvenes estudiantes y colegas en Marruecos; tomar el Chai y fumar el Juka cada tarde con los viejitos en los cafés de las calles de Estambul, pasear el Nilo en las barcazas escuchando música típica y bailando con mis estudiantes, escuchar las sirenas y las oraciones del K’oran desde lo alto de las mezquitas en Chipre… Todo eso ha sido un «eye opener». He abierto los ojos a un mundo diferente y he quedado maravillado.
Te puedo decir que tranquilamente podría quedarme a vivir un tiempo en Casablanca o en Estambul. Cairo, no me atrevo… Es muy fuerte, es como un Sao Paulo, o un México DF a la décima potencia, pero podría estar muy bien en Alejandría y Atenas, lugares que también me atraen mucho por su historia e influencia cultural.
El reto máximo durante esta gira y la realización del proyecto fue romper la idiosincrasia que uno tiene del mundo musulmán. Pese a que en Nueva York y Berlín he tenido la oportunidad de vivir, relacionarme e incluso estar envuelto amorosamente con personas del mundo árabe, fue otra cosa estar en el Norte de África. El público, la gente en general, me recibió con los brazos abiertos. He quedado enamorado de todo lo que he visto y vivido así como también de las personas que he conocido en esta trayectoria.
¿Qué planes tiene para el próximo año?
HC.- Ummm, a ver, para lo que queda del año: Tuve que regresar a Estados Unidos porque he sido invitado a dar una cátedra sobre Tecnología Aplicada y Sistemas de Narración Multimedia este semestre en la Universidad de Nueva York, City University of New York. En septiembre inicio la temporada del ciclo de Performance Art en el Queens Museum. En octubre estaré presentando un trabajo de danza experimental en un centro importante de danza en Nueva York, Green Space. En noviembre viajo a la India para participar en la Bienal de Performance de MorniHill. Diciembre inicio una exposición individual en el Kunsthalle en Suiza.
Para el 2019 presentaré LATITUDES en Bolivia. Pero como te decía, creo que el incendio, el despojo accidental de muchas cosas que tenía son una señal cabalística que está indicando un cambio en mi vida… Maybe, just maybe… Me voy a vivir al Cono Sur… Siento que debo completar algunas cosas más por estos lados y si todo va bien espero tomar una decisión final respecto a donde pueda estar en 2019.
¿Está trabajando en la creación de una nueva propuesta?
HC.- Tan nueva no. Quiero retomar el libro que estaba preparando el 2016 y cuyo borrador fue robado en Berlín (no quedó ni el backup, la copia, puesto que el disco externo también fue robado). No me he animado todavía pero creo que tengo que hacerlo…
Mi nueva propuesta está relacionada con las letras, la literatura. Vengo de esa tradición. Me gusta leer y descubrir a través de los libros y de lo que yo también pueda expresar literalmente. Ahora mismo estoy leyendo un libro en francés sobre la naturaleza de crear escrito por el artista chino Weiwei… Me ha inspirado a reflexionar en mi propio proceso creativo y existencial. Estuve escribiendo bastante estos últimos dos años… Y si bien se han perdido estos escritos, todo está en mi mente y memoria.
Las migraciones son un tema recurrente en su obra, por lo menos ese fue el tema con el que irrumpió en Bolivia el año 2012 con «Sui Generis». En estos seis años que han transcurrido, las migraciones cobran cada vez más fuerza en el mundo y, además, se han convertido en un delicado asunto de estado, pongamos de ejemplo Venezuela. ¿Cómo ve esto desde su perspectiva de artista?
HC.- Sí, el desplazamiento humano es uno de los ejes en mi trabajo. No solo por experiencia propia e histórica de mi familia, sino porque vivimos en un mundo donde las migraciones son determinadas por desigualdades económicas, sociales y culturales.
Venezuela es uno de los ejemplos, pero también podemos hablar de Siria, de México, de Albania, de Marruecos, y sin ir muy lejos de Bolivia… El movimiento de personas de un lugar a otro se ha incrementado en las últimas décadas. De la misma manera, el rechazo a migrantes ha crecido y fortalecido por parte de sus oponentes. He visto venezolanos profesionales vendiendo dulces en Cali, Colombia; niños sirios mendigando en las calles de Berlín; jóvenes albanos siendo castigados en Atenas; jovencitos bolivianos siendo humillados en la frontera chilena; marroquíes expuestos a la vergüenza en el sur de España… y aquí, en los Estados Unidos, hispanos siendo explotados en los trabajos. ¿Qué está pasando? ¿Por qué tanta desigualdad? ¿Quién tiene la culpa? Unos echan la culpa a los respectivos gobiernos, otros al sistema capitalista y aún otros a sí mismos. Todos queremos más y a cualquier costo, incluso al costo de nuestras propias vidas…
Si bien el desplazamiento humano se ha dado desde nuestros inicios como habitantes del planeta, las migraciones de este siglo parecen haber adquirido una fuerza brutal donde se prescinde de toda consideración y valor humano. Te pongo el ejemplo aquí en Estados Unidos: cuando se eligió al presente Gobierno, la gente amenazaba con irse del país y cruzar a Canadá. La solución era fácil y conveniente. Esta actitud la he visto repetirse en otras naciones donde la idea es: me voy porque no me gusta en lugar de ser: me quedo y lucho por el cambio.
He escuchado el mal infundado temor que Bolivia es la próxima Venezuela… que todo el mundo va a salir corriendo… que todos se van… que se vive en dictadura… que el gobierno esto y que el gobierno el otro. Creo que hay AMNESIA… es que ¿se han olvidado de lo que es una dictadura?… ¿de no tener pan…, o que la carne, gasolina, la leche suba de precio de un día para otro y que se tenga que hacer colas para comprar una libra de azúcar?… o que se impriman cheques de gerencia porque no hay dinero puesto que los recursos del país han sido regalados a multinacionales extranjeras…
Esas alegaciones de una dictadura actual en Bolivia podría escucharlas de aquellos chicos que no pasan los 25 años y que no vivieron los años de una REAL dictadura, pero escucharlo en la boca de gente mayor que pasó por eso es una lástima y una vergüenza… No hay peor olvido que el olvido mismo del pasado…
Pues, así Claudia, soy muy opinionado al respecto sin tener afiliaciones de derecha, izquierda, norte o sur. Es esa reflexión que nutre mi creación artística. Como trabajo con el tema migratorio, también me interesa trabajar con la condición humana aquí y en cualquier parte del mundo…
¿Qué futuro le ve a la humanidad?
HC.- Qué fuerte tu pregunta…
Pues, a ver…
Estamos viviendo momentos que los califico, como «dislocativos» (no sé si esa palabra existe en castellano). Veo un disloque, una ruptura existencial, donde las relaciones humanas se quiebran muy fácilmente… nuestro apego a las nuevas tecnologías mediáticas, nuestro desinterés por la espiritualidad, nuestro desencanto con la naturaleza y nuestro enfoque en lo material nos está distanciando de nuestra propia humanidad…
No cabe duda que el adelanto tecnológico es necesario, pero nos estamos dejando llevar ciegamente por el mismo. Ya no damos pasos cortos, hemos aprendido a saltar sin gatear y eso ha creado falencias que se pueden ver, como por ejemplo, en el trato que damos a otras personas, en nuestra necesidad de estar siempre conectados a un dispositivo digital, en ignorar lo fundamental de las relaciones humanas o en pensar que lo tenemos todo y no necesitamos nada y a nadie.
Pese a que académicamente y a un nivel de estudios superiores manejo las nuevas tecnologías avanzadas, soy un humanista. Como tal, veo el potencial humano y la necesidad de avanzar como seres creativos y pensantes. Solo espero que en un futuro no nos dejemos llevar por el código binario y abandonemos nuestra propia humanidad.