Por Mauricio Aliaga (*)
El escenario está esperando a que lo habiten. El público atento a ver lo que se presentará durante los próximos minutos. Tras bambalinas, los transportadores de magia están concentrados, preparando una función más. Efímeros y eternos son los minutos durante los cuales actores y público se entregan al deleite del arte teatral.
Esta manera de expresión es tan antigua como el hombre mismo. Etimológicamente la palabra Teatro viene de la palabra griega theatrón que significa “Lugar o sitio para la contemplación”. Desde sus orígenes, la idea básica del teatro es que los actores y actrices cuenten una historia mediante el canto, gestualidad, música y escenario.
El teatro como práctica comenzó como un ritual. El portal Web Curiosaesfera escribe: “los primeros indicios del origen del teatro, se encuentran en las primitivas ceremonias y rituales relacionados con la caza». Indica que estos rituales se realizaban como una manera de agradecimiento por la caza durante la noche alrededor de fogatas donde los homínidos representaban a los animales capturados con música de tambores, canciones y disfraces.
El primer registro documentado que se tiene sobre el nacimiento del teatro fue en la antigua Grecia. En Atenas celebraban al dios del vino Dionisio con diferente tipo de ritos.
En 1961 se decretó el dedicarle un día específico para conmemorar a toda la comunidad que disfruta con este arte y así nació El Día Mundial del Teatro (DMT) celebrado el 27 de marzo del año. Este nombramiento fue promovido y motivado por el Instituto Internacional del Teatro (ITI) con el apoyo de la UNESCO.
El ITI es la organización artística más grande del mundo. Se creó en 1948 por artistas, expertos teatrales y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por su sigla en inglés). La ITI es actualmente la organización sin fines de lucro que se encarga de nombrar a la personalidad quien llevará a cabo el acto central de esta celebración.
Ya es una costumbre que el 27 de Marzo en todos los países que celebran el DMT se realice la lectura del Manifiesto del Teatro. Este año el responsable de escribir el manifiesto es el dramaturgo y director cubano, Carlos Celdrán. La lectura de este manifiesto es la esencia de esta celebración por su alcance y repercusión.
Carlos Celdrán
Por primera vez desde 1961 que la ITI ha nombrado a un cubano para para llevar un mensaje de paz para todos los teatreros. Carlos Celdrán es un destacado director teatral, dramaturgo y pedagogo. Nació en 23 de septiembre de 1963 y en 1996 fundó la compañía Argos Teatro.
La obra de Celdrán analiza a su sociedad cubana y su desarrollo contextual, además del tiempo, la esperanza, las frustraciones, el amor que espera y la pérdida. El portal web CubaNew indica que el teatro creado por este reconocido personaje es la evidencia de un arte comprometido con su época en todas las dimensiones.
“La elección de Celdrán es el reconocimiento a un dramaturgo y director que ha diseccionado con sus puestas en escena la evolución de la sociedad cubana, sus desgarramientos, sus síntomas de fe y sus conflictos que han permanecido en el tiempo”, dice el citado medio de comunicación.
El Mensaje de Carlos Celdrán
Antes de mi despertar en el teatro, mis maestros ya estaban allí. Habían construido sus casas y sus poéticas sobre los restos de sus propias vidas. Muchos de ellos no son conocidos o apenas se les recuerda: trabajaron desde el silencio, desde la humildad de sus salones de ensayo y de sus salas llenas de espectadores y, lentamente, tras años de trabajo y logros extraordinarios, fueron dejando su sitio y desparecieron. Cuando entendí que mi oficio y mi destino personal sería seguir sus pasos, entendí también que heredaba de ellos esa tradición desgarradora y única de vivir el presente sin otra expectativa que alcanzar la transparencia de un momento irrepetible. Un momento de encuentro con el otro en la oscuridad de un teatro, sin más protección que la verdad de un gesto, de una palabra reveladora.
Mi país teatral son esos momentos de encuentro con los espectadores que llegan noche a noche a nuestra sala, desde los rincones más disímiles de mi ciudad, para acompañarnos y compartir unas horas, unos minutos. Con esos momentos únicos construyo mi vida, dejo de ser yo, de sufrir por mí mismo y renazco y entiendo el significado del oficio de hacer teatro: vivir instantes de pura verdad efímera, donde sabemos que lo que decimos y hacemos, allí, bajo la luz de la escena, es cierto y refleja lo más profundo y lo más personal de nosotros. Mi país teatral, el mío y el de mis actores, es un país tejido por esos momentos donde dejamos atrás las máscaras, la retórica, el miedo a ser quienes somos, y nos damos las manos en la oscuridad.
La tradición del teatro es horizontal. No hay quien pueda afirmar que el teatro está en algún centro del mundo, en alguna ciudad o edificio privilegiado. El teatro, como yo lo he recibido, se extiende por una geografía invisible que mezcla las vidas de quienes lo hacen y la artesanía teatral en un mismo gesto unificador. Todos los maestros de teatro mueren con sus momentos de lucidez y de belleza irrepetibles, todos desaparecen del mismo modo sin dejar otra trascendencia que los ampare y los haga ilustres. Los maestros de teatro lo saben, no vale ningún reconocimiento ante esta certeza que es la raíz de nuestro trabajo: crear momentos de verdad, de ambigüedad, de fuerza, de libertad en la mayor de las precariedades. No sobrevivirán de ellos sino datos o registros de sus trabajos en videos y fotos que recogerán solo una pálida idea de lo que hicieron. Pero siempre faltará en esos registros la respuesta silenciosa del público que entiende en un instante que lo que allí pasa no puede ser traducido ni encontrado fuera, que la verdad que allí comparte es una experiencia de vida, por segundos más diáfana que la vida misma.
Cuando entendí que el teatro era un país en sí mismo, un gran territorio que abarca el mundo entero, nació en mí una decisión que también es una libertad: no tienes que alejarte ni moverte de donde te encuentras, no tienes que correr ni desplazarte. Allí donde existes está el público. Allí están los compañeros que necesitas a tu lado. Allá, fuera de tu casa, tienes toda la realidad diaria, opaca e impenetrable. Trabajas entonces desde esa inmovilidad aparente para construir el mayor de los viajes, para repetir la Odisea, el viaje de los argonautas: eres un viajero inmóvil que no para de acelerar la densidad y la rigidez de tu mundo real. Tu viaje es hacia el instante, hacia el momento, hacia el encuentro irrepetible frente a tus semejantes. Tu viaje es hacia ellos, hacia su corazón, hacia su subjetividad. Viajas por dentro de ellos, de sus emociones, de sus recuerdos que despiertas y movilizas. Tu viaje es vertiginoso y nadie puede medirlo ni callarlo. Tampoco nadie lo podrá reconocer en su justa medida, es un viaje a través del imaginario de tu gente, una semilla que se siembra en la más remota de las tierras: la conciencia cívica, ética y humana de tus espectadores. Por ello, no me muevo, continúo en mi casa, entre mis allegados, en aparente quietud, trabajando día y noche, porque tengo el secreto de la velocidad.
(Tomado de https://www.redescena.net)
Día Mundial del Teatro en Cochabamba
Nuestra ciudad no se queda al margen de esta fiesta. Desde el año 2013 distintos grupos artísticos se reúnen bajo una misma consigna, festejar este día homenajeando a las artes. La iniciativa promovida primigeniamente por el actor Raymundo Ramos ha sido apoyada con el paso del tiempo por distintos grupos de larga trayectoria, pero esa es otra historia que se la contaremos en la siguiente publicación. Estén atentos a la próxima nota para saber más sobre el Dia Mundial del Teatro en Bolivia.
(*) El autor es estudiante de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Simón.