Por Mauricio Aliaga (*)
Cruel es la vida, cruel es la muerte. Cruel es este vía crucis que comienza con un llanto y puede terminar en la cama de un hospital. Cruel es el dolor físico de un enfermo y aún más cruel es la agonía que acompaña a las familias, quienes deben pagar la mayor parte de los platos rotos. Crueldad es lo que transmite la obra de teatro “Agrio” escrita y dirigida por el cochabambino Raymundo Ramos y que visibiliza de una manera muy compleja, pero acertada, las falencias de un sistema médico condicionado por la vida moderna.
Esta obra de teatro que fue estrenada el 8 de diciembre del 2018, se presentó nuevamente en el circo El Tapeque este 22 y 23 de febrero y contó con asistencia completa del público los dos días de presentación.
MOVIMIENTO DE LA CRUELDAD
El teatro de la crueldad fue un movimiento creado por Antonin Artaud, el escritor, poeta, dramaturgo y dibujante francés que nació en 1896. Hombre atormentado e iluminado por el dolor, las drogas y la locura, Artaud es considerado por los expertos como uno de los grandes malditos del arte. Formó su leyenda a partir de sus libros donde explica la carencia del teatro moderno y la importancia de formar un teatro que sea de impacto.
Bautizó su obra como “Teatro de la crueldad” porque deseaba un teatro creado a partir de una inacabable sucesión de violentas imágenes escénicas, provocando tan poderosas e inmediatas explosiones de humanidad para que el espectador dejara caer todas sus defensas, para que se dejara perforar, sacudir, sobrecoger y, al mismo tiempo, pudiera colmarse de una poderosa y nueva carga de comprensión de la realidad, o simplemente pueda verla de otra manera.
“No uso el término crueldad para referirme a la sangre, el sadismo o el terror. La crueldad es usada como una violenta determinación para destrozar la falsa realidad y describir la esencia misma de la existencia humana”, explica el filósofo Ruzickaw en su canal de YouTube. Él dice que: “Todo arte verdadero debe encarnar e intensificar las brutalidades subyacentes de la vida para renovarse perpetuamente”. En ese sentido, Ruzickaw entiende a Artaud por medio de la unión entre conciencia y crueldad. “No hay crueldad sin conciencia, porque la conciencia da el matiz cruel, la vida en sí es cruel porque implica la muerte. Es el deseo de vivir, el torbellino de vida”.
Este estilo de teatro pretende que el espectador sea consciente de la violencia que domina las fuerzas de la naturaleza y también el interior del ser humano. Para lograr esto, Artaud advierte la importancia de la fusión entre el actor y el director, mostrando a un solo creador. Para trasmitir estas sensaciones, Artaud también propone un teatro basado en el gesto, la danza, el movimiento corporal, la escenografía, las luces, el sonido, la temperatura y otros factores que envuelvan más al público y lo aleje de las ataduras mentales que le impiden ingresar al mensaje con una perspectiva real hacia la crueldad. En su tiempo, para Artaud el teatro se habría apartado de la realidad y lo que se buscaba era retomar el sentido de la vida por medio de lo cruel y grotesco. “El cine nos asesina con imágenes de segunda mano filtradas por una máquina y que no pueden alcanzar nuestra sensibilidad total. Necesitamos un teatro que tenga en nosotros un eco profundo que trastorne todos los preconceptos y que afecte como una terapia, llevando una crueldad extrema para renovarse”, dice Ruzickaw.
“AGRIO” DE RAYMUNDO RAMOS
Una enfermera de aspecto grotesco da la bienvenida al público en la puerta del circo El Tapeque. Al ingresar se observa un cubículo que acoge en el centro a una persona que está colgando en posición fetal con la ayuda de vendajes. En este cubículo, llamado la “Chacana”, también impresionan los detalles médicos que cuelgan alrededor del personaje Agrio; sueros, tubos, jeringas, guantes, cadenas, redes y vendas son algunos de los elementos con los que Raymundo transporta, por medio de está “Chacana”, al hospital, la morgue y al inframundo.
“Esta estructura tardó medio año en construirse desde el diseño. Ha sido difícil conseguir cerrajeros que se animen soldar las partes que la conforman”, comenta Ramos y menciona que el nombre de esta estructura (la Chacana) permite tener un personaje colgado, un personaje en el techo y a otros personajes en la parte posterior que juegan con las sombras. Su diseño tiene la intención de poder llevar al espectador a nuevas espacialidades.
Los personajes tienen una carga de impresionismo muy importante, Danilo Quezada, quien hace el papel de 1A y representa todo el sistema médico, tiene la apariencia de un carnicero lunático. El actor comenta que para lograr personificar este papel intentó darle matices grotescos. “Es un personaje que lleva y se deja llevar por el sistema (médico), por más que muestre un poco de humanidad, el sistema termina corrompiéndolo”, dice Quezada.
El sonido en esta obra es fundamental. Chirridos referencian shocks eléctricos que recibe Agrio en medio de una agonía que parece estar lejos de acabar y mientras el paciente sufre, la enfermera toma datos con la apariencia de una cotidianidad que asusta, sin inmutarse ni sentir lástima por la persona que se retuerce de dolor en el centro del escenario.
Esta obra, precisamente por su crueldad, sorprendió a los asistentes los dos días de su presentación en El Tapeque. Alfonso Terán, uno de los espectadores, enfatizaba en la versatilidad de los actores para utilizar los espacios existentes. Aunque habrá que decir también que existieron partes de la obra donde se notaba una falta de modulación para pronunciar partes del texto.
La presentación del día sábado fue especial para el grupo RroRro Circo Variette, pues despedían a Danilo Quezada quien anunció que parte a la ciudad de Santa Cruz para profesionalizar su actividad actoral en la Escuela Nacional de Teatro. Quezada dijo: “Hay que luchar por un teatro profesional, sino las cosas no avanzan, ser más competentes, tener suficientes herramientas para aportar al teatro nacional”.
SOBRE EL DIRECTOR
“Un hombre de subsuelo puede vivir 40 años en silencio, pero el día que deja de silenciar, no hay quien lo pare. Yo puedo vivir 40 años silenciado, pero el día que hable, voy a ir con fuerza voy a hacer un teatro que realmente haga reflexionar sobre nuestra realidad”, dice Raymundo Ramos, uno de los mejores actores cochabambinos contemporáneos.
Él comenzó su carrera a los ocho años. Cuenta que, mientras trabajaba lavando autos en el cementerio general, tuvo su primer contacto con el mundo artístico. “Yo vengo de una realidad de rescate, de rescatar a los niños que están en situación de calle”, dice Raymundo Ramos Choque. Ramos ingresa a la Escuela Nacional de Teatro el 2008 en la ciudad de Santa Cruz y regresó a su ciudad natal el año 2012. Desde ese año, motivando a diferentes colectivos, fomenta y organiza, junto a otros colectivos y profesionales, la celebración en Cochabamba del Día Mundial del Teatro cada 27 de marzo. El 2016 ganó el premio al mejor actor en el Premio Nacional de Teatro Peter Travesí con la obra “Informe para una Academia”.
“Un hombre de subsuelo es el que valientemente trabaja para hacer escuchar su arte, para que su arte no esté contaminado. Es leal con sus convicciones, con su manera de pensar, con su mirada crítica de la sociedad y de la vida”, dice el artista quien el 2018 sufrió un accidente en la mandíbula que lo alejó de las tablas por un tiempo.
Ramos ha trabajado con niños y jóvenes de la calle, ha hecho teatro con una visión de un mundo mejor. “Nosotros aportamos a la transformación social, yo he trabajado con niños y jóvenes de manera predispuesta para que puedan crecer como artistas. Esa es mi convicción, mi misión”, sentencia.
Raymundo es fundador de la compañía artística RroRro Circo Variette que desarrolla el arte por medio de la música, los malabares, la pantomima, el performance y, por supuesto, el teatro. En la construcción de la obra “Agrio”, participaron, además, las siguientes personas:
Ficha Técnica
Escrita y dirigida por Raymundo Ramos
Asistencia Técnica: Liz A Zekas
Diseño Arquitectónico: Alejandro Bustamante
Maestros cerrajeros: Reynaldo Pérez Castelo y Rodrigo Bonillas
Vestuario: Milen Copa
Diseño Gráfico: Yamil Escaffi
Fotografia: Sofia Orihuela
Actuaron: Raymundo Ramos Choque, Betzy Bueno Ticona, Danilo Quezada Jamachi, Jhesica Céspedes Heredia.
(*) El autor es estudiante de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Simón.