Katterina Osorio Campanella (*)
“Si bien el individuo porta sus memorias, las traduce y las comparte, no podemos poner en duda que la memoria está arraigada y situada allí donde compartimos espacios, lazos de pertenencia, solidaridades y sociabilidades”. (Capítulo I; Memoria e Identidad en los Ferroviarios de Calera).
Todo comienza cuando la Corporación del Museo del Salitre Chacabuco (Antofagasta, Chile) decide intervenir en la conservación de la Ex Oficina Salitrera que requería de modo urgente ser intervenida ya que había sido importante su deterioro, producto de continuos saqueos, terremotos y otros típicos acontecimientos por los que se ve afectado el patrimonio nacional chileno.
Aproximadamente en junio del año 2008 es cuando la Universidad Católica del Norte entrega un primer “pre informe final” que servirá a modo de Plan de Manejo de este sitio. Aquí se evalúa el espacio completo, desde un análisis histórico, se detallan cada uno de los inmuebles que forman parte de la oficina, se diagnostican patologías, condiciones de seguridad, y se instalan lineamientos para la protección de estos.
Así es como llegamos en el año 2015 a través de la misma Corporación Chacabuco y en una segunda etapa de desarrollo de proyecto de conservación de lo que sería una apuesta por un museo abierto y espacio de eventos para la comunidad, por medio de la empresa Concrectus Ltda., quien es la que ejecuta la obra de la intervención de un espacio más específico; el teatro. En este espacio se avanzó radicalmente, se rehabilitaron instalaciones, el techo, el mismo cielo que había sido desprendido por el viento característico de la zona, etc.
Nuevas técnicas
Pero yendo un poco más allá, era notable que aún se podía rescatar la pintura mural que rodeaba esta sala. Esta sala de adobe, totalmente llena de grietas, que había sido repintada, se encontraba descascara y exhibía dolorosamente el ataque con pintura fluorescente en aerosol, este espacio, que ciertos seres sin pensar marcaron del modo más vulgar podía aún ser rescatado.
Entonces comenzamos por coordinar el trabajo con un ayudante, alumno de arquitectura de la Universidad Católica del Norte de Chile, Vittorio Realini, quien además de mostrar su mejor disposición, se instruyó lo necesario para realizar el trabajo de la mejor manera posible. Se revisó bibliografía sobre el tema, busqué antecedentes de cómo reintegrar material a las grietas del adobe que no son estables… el máximo desafío es esta característica producto de las fluctuaciones de las temperaturas en las zonas desérticas y el cómo este material se adecua y varía. Entonces esta mezcla debía tener al menos una condición mínimamente “elástica” para ser exitosa y convertirse en un soporte que resistiera adecuadamente una reintegración cromática sobre ella.
Con mucha paciencia fuimos primero limpiando, quitando repintes y material suelto, luego reparamos grietas y finalmente se reintegró cromáticamente. Ahora estamos a la espera de finalizar esta etapa de sellado, considerando las peculiares características del soporte y el tiempo transcurrido desde que comenzamos esto.
Sólo se intervino un fragmento de este mural, un espacio que aún permite dilucidar el diseño total, un fragmento que nos deja leer qué era lo que rodeaba a las personas cuando antaño entraban a este espacio. Esta es la magia del patrimonio, poder ver el pasado estando aquí y ahora.
“Esta conservación se puede lograr, principalmente, a través del respeto y la participación ciudadana, asegurando con ello que las futuras generaciones sean capaces de disfrutar de la herencia natural e histórica” (Aldridge, 1973).
(*) La autora es Licenciada en arte, con especialidad escultura y grabado por la Universidad de PLaya Ancha de Ciencias de la Educación. Tiene un título en Suficiencia Investigadora en Conservación y Restauración Patrimonial por la Universidad Complutense de Madrid y con doctorado en Conservación y Restauración del Patrimonio Histórico-Artístico por la Universidad Complutense de Madrid.